(1)
William Blake, del
mismo modo que otros grandes de la cultura inglesa del XIX -Mary Shelley o
Wordsworth- pensó y vivió a contracorriente de la cultura dominante y de la
divisa de la razón técnica. También sintió Blake a la contra de la sensibilidad
religiosa mayoritaria en su época, crecientemente decantada hacia el
puritanismo y hacia ese dualismo del bien y del mal moral que reducía la
experiencia religiosa a la mera normatividad de la moral. Su adhesión al
romanticismo, en su desconfianza de la razón ilustrada y en su atención a las
veredas de la imaginación creadora, está fuera de toda duda. De hecho, su
nombre bien merece quedar inscrito entre los grandes del romanticismo europeo.
En cuanto a su manera de entender la religión y el cristianismo, en tanto vía
iniciática, poética de la percepción y gloria del cuerpo, lejos de
transformarlo en un reformador religioso servirá su legado a gentes de cultos y
creencias diversas. Fue el gran Chesterton quien declarara su vecindad con el
catolicismo. Esta vecindad a otros les resultará chirriante. La realidad es que
la sensibilidad espiritual de Blake es tan universal, por describir lo humano,
que es capaz de hacer vibrar a personas religiosas de diversa condición e
incluso a personas indiferentes hacia la religión pero interesadas en los
procesos espirituales o las cuestiones estéticas. Este será el genio de William
Blake; un místico visionario libre y sin tapujos más allá de todo sesgo
sectario.
Me he referido a
Chesterton. Tras un relativo olvido en el siglo XIX este católico inglés será
uno de los que vaya rescatando la figura de Blake. La devoción que la beat
generation sintiera por Blake fue otro de los grandes momentos en el
proceso de recuperación de su figura. Para los beatniks Blake
indicaba una poética de la imagen de tintes proféticos precisamente por
indicarnos las posibilidades de lo humano y el destino del hombre. Ginsberg,
además de hacerle protagonista de sus visiones, le consideraba el primer
beatnik... No es algo que deba extrañarnos; por marginal y ajeno a su tiempo;
por indagar en las potencias del espíritu las capacidades para elevarse por
encima de un tiempo degradado en la violencia de la administración técnica de
la vida; por entender la religión desde la poética y el éxtasis que sublima la
existencia; por su valoración del cuerpo y de la libertad de costumbres; por
entender la espiritualidad desde la unidad de todo lo real bien lejos de todo
dualismo moral u ontológico... Chesterton alabará su realismo visionario y su
manera de entender la gran visión como la plenitud de las formas. Desde su
perspectiva de católico culto formado en la metafísica medieval y helenista el
realismo visionario de Blake será para Chesterton la savia de su mirada poética
hacia el mundo; una mirada que desde la imaginación creadora sabrá advertir la
transparencia metafísica de una vida encendida.
Chesterton, Ginsberg,
el propio Blake… Todos ellos marginales a esa Ilustración racionalista que el
capital y sus exigencias imponen desde hace ya dos siglos. Planificación, técnica,
rentabilidades, gestión: la sociedad como hormiguero, los hombres a los pies de
la administración de la vida… Efectivamente, muy lejos de esta programática de
control total encontramos a gentes como Chesterton, Blake o Ginsberg. Su punto
de vista no referirá lo humano a la movilización total para la producción sino
a esa aventura del espíritu y hacia el espíritu. La misma aventura que
atravesará el gigante Albión muriendo y resucitando para conocer y reconocer su
propia plenitud. (Cfr. William Blake. La emanación del gigante Albión)
Ya he indicado el
enorme interés que la beat generation sintiera por William Blake. Este interés
tendrá su continuación en la contracultura y en lo más granado del movimiento
hippy. Sin ir más lejos el nombre del grupo “The Doors” es un homenaje y un
reconocimiento a William Blake inspirado en uno de sus versos “Si las puertas
de la percepción quedaran depuradas todo se mostraría al hombre tal cual es:
infinito”. En la linea de esta reivindicación contracultural de Blake, en España,
Lluis Racionero le dedicará un vibrante estudio en su obra “Filosofías del
underground”. Todos ellos buscarán en Blake al artesano del éxtasis que fue.
Siguiendo su estela indagarán en los referentes occidentales del éxtasis. En
Occidente esos referentes se remontan a esa ebriedad[1],
bendecida por los dioses, de la que nos
hablara Platón. De su mano, el alma se lanza a un íntimo acercamiento a ese Misterio
que concilia todo contrario y toda dualidad –la síntesis suprema-. Ahí se nos
revelará la unidad de todo lo real más allá de los estrechos límites
perceptivos del estado de conciencia corriente entre los hombres. Superando la
percepción deformada que el hombre padece en el interior de la caverna en la que
está encerrado alcanzará una liberación perceptiva capaz de brindarnos el
acceso al mundo de la intensidad y la plenitud de las formas y, finalmente, a
ese misterio insondable que nos revela al cosmos como Uno. (Cfr. Platón. La
república. Mito de la Caverna). Este viático interior permitirá al hombre
acceder a modos de plenitud y salud desconocidas. Ante el mismo no estaremos ante una mera
curiosidad de lo humano sino ante el destino del hombre desplegándose.
Esta será la
cartografía básica a partir de la cual Blake construirá su idea de imaginación
y su sensibilidad espiritual. Como advirtió Chesterton la misma descansa en los
mejores mimbres de la metafísica occidental. Desde esta cartografía básica
adentrémonos en William Blake. A buen seguro su propia sensibilidad espiritual,
su manera de entender la visión y el viático de lo humano nos dará rastros ciertos
desde los que acercarse a asuntos tales como la experiencia visionaria y la
imaginación creadora.
(2)
En un primer
acercamiento destaquemos el carácter netamente moderno de Blake en tanto
romántico y pionero. En esas notas queda delineada su sensibilidad espiritual.
Moderno por ordenar su textura espiritual desde la conciencia de la crisis de
las religiones tradicionales y, sobre todo, de sus instituciones políticas.
Moderno por entender la poética desde la libertad creativa y desde la
inspiración. Romántico y pionero por abordar su propia elaboración imaginaria y
espiritual; algo que vendrá impuesto por vivir en un mundo en crisis. Pionero
pero no por ello desgajado de la tradición a la que pertenece. Moderno y
romántico por pretender esa apertura al espíritu desde una poética íntima que
se remite a las capacidades de la vida anímica y a la liberación de las
potencias espirituales del hombre. Pionero por anticipar una crítica de la
Ilustración a comienzos del XIX…
En realidad, Blake fue
de los primeros que divisó el monstruo que engendraba la mentalidad técnica y
la sociedad de control que alumbraba la sensibilidad ilustrada. Un monstruo que
corta y cose la vida a peso y cuchillo desde el cálculo, la medición, la
administración y la gestión. Desde la mirada de Blake ese monstruo es Urizen,
el poder razonador del hombre desgajado por la Ilustración de la totalidad de
lo humano. Urizen dejará el saldo de su propio espectro; el espectro propio de la
degradación del hombre que aliena las potencias de lo humano. Un espectro que
razona, calcula y, fríamente, administra, somete y controla dejando un páramo
tras de sí. Desde su primado, Urizen habría roto la homoestasis de lo humano,
sus equilibrios más evidentes. El coste de lo dicho será muy alto ya que
lastraría la plenitud perceptiva del hombre, la plenitud del cuerpo y la
plenitud del mundo que le aguarda. Para Blake esta hipertrofia de la razón
analítica condenaría al hombre a una vida de miseria...
Desde el punto de
vista de Blake, Urizen, es una de las cuatro potencias que integran lo humano.
Son los llamados por él cuatro zoas o cuatro vivientes. Junto
a Urizen estaría Luvah –las emociones y los deseos- , Tharmas –los sentidos
corporales- y Urthona –el espíritu-. Del equilibrio y de la actividad integrada
de estas potencias dependería la plenitud de lo humano. Así Urthona para
encontrar su vigencia en el mundo y la vida sublimaría las capacidades de los
sentidos corporales llevando al cuerpo a su plenitud perceptiva. Con lo que
Tharmas vendría a encontrar su plenitud en el equilibrio con Urthona y Urthona
nada sería sin Tharmas... Al tiempo la pertinencia de las elaboraciones de
Urizen dependerían de la capacidad perceptiva que se liberaría en el vínculo
entre Tharmas y Urthona. Así, de lo transparente que estén los hombres a sus propios
sentidos y de su capacidad de presencia dependería la potencia de pensar con
acierto. Urizen, del mismo modo que Tharmas o Urthona, también dependería de
Luvah; por la importancia de los equilibrios emocionales; por la relevancia
cognoscitiva de las propias emociones y por los velos que éstas emociones puedan
prefigurar. A su vez, todos los zoas dependerían de Urizen por
su relevancia para las cuestiones prácticas y en lo referente a un
discernimiento no contemplativo. En relación a la relevancia de la razón Blake
no apuesta por irracionalismo alguno sino por una re-elaboración de la esfera
de lo racional desde las potencias del alma que acontecen en la vida del
cuerpo. En sus propias palabras “la razón o ratio de lo que ya
hemos conocido no es lo mismo que lo que será cuando conozcamos más”.
Como observamos las
combinatorias de los cuatro zoas no son pocas, abriéndose a diversas
posibilidades. La plenitud de lo humano dependerá de su equilibrio y de su
fertilización recíproca. Podríamos decir que en la homoestasis de estas cuatro
potencias cristaliza la psicología phantastica y poética que propone Blake.
Desde tal equilibrio el hombre alcanzará una visión penetrante y nítida capaz
de dar cuenta de las tramas ocultas de la cotidianidad y de la gran visión.
Sobre esta gran visión nos dirá Blake: “El mundo de la visión es el mundo de la
eternidad”.
(3)
Efectivamente, William
Blake manejó el arte visionario que no es sino ese arte de la mirada capaz de
espíritu y de vida plena. Podríamos hablar de él como de un visionario que nos
indica hasta donde alcanza la capacidad de visión del hombre para desvelar
aquello que, en principio, permanece oculto o velado. Para Blake el privilegio
de esa visión alcanzará la plenitud espiritual de la vida precisamente a partir
de la plenitud cognoscitiva del hombre. De ahí la importancia que la cuestión
del cuerpo tendrá para Blake. En su propia plenitud perceptiva y a partir de
nuestros sentidos –acogidos a la plenitud del espíritu- el cuerpo humano
desvelaría la imagen divina del cosmos. El cuerpo se concibe como cuerpo
animado, cuerpo vivo. Conviene recordar que a partir de la óptica indicada el
alma sería la instancia de animación del cuerpo, su vida misma…
Blake, se acerca a una
noción de cuerpo muy similar a la que más de un siglo después aportará la
fenomenología al tiempo que renueva la vigencia de las más atinadas tradiciones
iniciáticas cristianas. En lo referente a esas tradiciones iniciáticas
cristianas me viene a la cabeza las doctrinas de Orígenes y de los padres de la
iglesia sobre los sentidos espirituales o sobre el cuerpo espiritual. En lo
referente a la fenomenología Blake entenderá el cuerpo a partir de la propia
vivencia corporal. La vivencia y el modo del conocer del hombre quedará
constituida desde su propio cuerpo y nuestra mirada sobre el cosmos responderá
a las propias potencias del cuerpo animado del hombre. El cosmos que el hombre
conoce quedará remitido a la corporalidad humana; y las potencias de la vida
del alma a ese cosmos que viene a revelarse en los diversos estados de los que
el hombre es capaz. Alcanzar esa percepción de la diversidad del mundo revelando
su plano de unidad constituirá la gloria del cuerpo del hombre y la propia plenitud
del cosmos. De ahí la enorme importancia que da Blake al cuerpo del hombre, un
cuerpo que es capaz de tomar conciencia del espíritu divino y de contemplar el
cosmos a partir de su propia plenitud. Y es que para Blake “el hombre no tiene
un cuerpo distinto de su alma”; más que el alma estar en el cuerpo sería el cuerpo
el que quedaría acogido al alma hasta el punto de ser el alma la propia
plenitud y finalidad[2]
del cuerpo. Hasta el punto que el cuerpo sería emanación y flor del alma.
Como podemos observar y
como bien supo ver Chesterton los contenidos neoplatónicos y la metafísica
tradicional late con fuerza en Blake ordenando sus cartogramas del éxtasis, su poética
y su narrativa. La alusión a las emanaciones no debe ser pues algo que deba sorprendernos.
Esta idea neoplatónica es importante en su obra. Mundo y hombre responden para Blake a emanaciones sucesivas a partir de unos arquetipos celestes. Si las
emanaciones atienden a su causa y origen, es decir, si son capaces de reconocer
su forma en ese origen, habrán encontrado su plenitud. En caso contrario verán
alienadas sus potencias de vida hasta llegar a convertirse en un espectro de
sí.
A la hora de alcanzar
esa conciencia de lo divino la imaginación será la clave que eleva al hombre
más allá de la conciencia ordinaria. Y así será por alcanzar esta capacidad
imaginativa la llamada imaginatio vera o imaginatio dei. ¿Imaginación
divina; por qué llamarla así?. Con la cuestión de Dios, en términos
metafísicos, queda nombrada la de la Unidad del mundo más allá de toda escisión
y dualidad, la permanencia más allá de todo cambio y la de un plano causal omniabarcante
e integrador. Alcanzar la experiencia de Dios, ni más ni menos, será la
experiencia de la unidad de todo lo real, la experiencia del Todo y del cosmos
en tanto Unidad que expresa una plenitud desconocida. Hen kai Pan[3] nos
dirán los románticos… Tal será para Blake el viático de la vida del hombre, su
gran desafío: Alcanzar ese estado interno que nos asimila a la Unidad y a lo
infinito y nos muestra la copertenencia de los contrarios –coincidentia
opositorum-. Para Blake esto será posible desde la imaginación creadora. No
olvidemos que para los románticos la imaginación es esa facultad a través de la
cual enhebramos en nuestra conciencia una determinada imagen del mundo, una imago mundi, sin la cual no podríamos ni
percibir ni entender. Me refiero a esa imagen o representación que nos hacemos
del mundo y que totaliza y contextualiza el mundo que habitamos otorgando un
contexto previo a nuestra razón y a nuestra capacidad de discernimiento. La
imaginación sería, pues, algo previo a la razón en el engarce de las facultades
del alma. De ahí que Blake nos diga “todas las cosas existen en la imaginación
humana”…. De la imaginación dependería pues cómo constituimos el perfil general
y la textura del mundo que vemos; de la razón el análisis singular de las cosas
que vemos en ese mundo que previamente hemos constituido imaginativamente...
Sólo tocando nuestra imagen del mundo podemos mover el encaje de las piezas del
mundo que habitamos y ascender hacia esa imaginatio dei… No en vano
para Blake lo infernal, lo satánico o lo celeste responderán a diversos estados
de los que el hombre es capaz. En esos estados quedaran desgranadas las
posibilidades de lo humano. Por todo ello el carácter profético de la poesía de
Blake al indicarnos las diversas posibilidades de lo humano. El destino del
hombre será lo único que le liberará del dolor transportándonos al reino eterno
del gozo: “ Ver un mundo en un grano de arena/Y un cielo en una flor silvestre:
Toma la infinitud en la palma de tu mano/y la eternidad en una hora”.
Parafraseando a Blake sólo desde tal exceso el hombre será conducido al palacio
de la sabiduría.
[1]
Técnicamente Platon habla de la manía platónica para significar cierta salida
de sí y su parentesco con el éxtasis. Del origen divino de la manía dependerían
las bendiciones de la misma nos dirá Platón. Prefiero traducir mania por
ebriedad ya que esta expresión conecta con las tradiciones mediterráneas
posteriores y sirve su comprensión. Considerese que la expresión mania, al día
de hoy, solo tiene un contenido psicopatológico que distorsiona completamente
su sentido originario impidiendo la transmisión de su sentido.
[2] Santo
Tomás en su comentario al De Anima tiene una cita muy similar. Sobre las relación
cuerpo- alma en la metafísica medieval recomiendo la introducción a los
comentarios al De Anima de Santo Tomás -Cuestiones disputadas sobre el alma- de
la Editorial Eunsa,
[3] Hen kai pan en griego Uno y todo
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